Los oblatos benedictinos necesitamos ser auténticos discípulos de la
Escuela de Amor que San Benito a ejemplo de Jesucristo quiso qué
fuésemos, de tal forma que las personas que interactúen con nosotros,
queden prendadas, enamoradas de Jesús el Amado Divino y quieran amarle,
seguirle, contemplarle, servirle; amor que nos manifestemos a nosotros
mismos, a quienes nos rodean y a la creación entera incluyendo a los
animalitos y todo ser vivo, pues de otra forma, sólo seremos "campanas
que resuenan", como dice San Pablo: "Si hablo la lengua de los ángeles y
dejo mi cuerpo para ser quemado vivo y no tengo amor, de nada me
sirve"... y padre Edgar Larrea en uno de sus cantos dijo: "Si yo no tengo amor, nada soy, se
me van las ganas de vivir".